Todos los días iguales, no es depresión, es desesperación. La desesperación
propia de un ser que sabe que no hace lo que debe, su vida es como la moral del
mundo, una contradicción absoluta. Se da cuenta de la hipocresía del mundo
“civilizado” lleno de “intelectuales” que solo se preocupan por sobresalir y ni
siquiera buscan la expresión de su corrompido ser. El arte se convirtió en una
forma más de hacer dinero, lo cual resulta evidente cuando no surge nada
nuevo y
arriesgado. Ahora se piensa que lo que se hace debe encajar y agradar en
esta sociedad tan “exigente”, cuando lo único que se debe buscar es expresar,
el agrado, el placer o el fastidio deben ser consecuencias y por lo tanto no
deben influir en ningún momento. Lo que existe ahora es una copia influenciada por aquellos que
alguna vez fueron artistas, pero a la vez corrompida por este mundo capitalista
que envuelto en su ignorancia es tan cínico en utilizar esta mediocridad de
arte como una manera para de separarse y distinguirse del burdo hombre común
cuyos gustos y preferencias son manipulados por los medios.